Planificar la dieta semanalmente.
En primer lugar debemos confeccionar un menú semanal de lo más variado posible y que incluya todos los grupos de alimentos. A continuación elaboraremos la lista de la compra con los alimentos que necesitemos y nos ceñiremos a ella a la hora de comprar, evitando de esta forma adquirir alimentos “capricho”, por lo general muy calóricos.
No utilizar, o hacerlo con mucha moderación, alimentos preparados o precocinados.
Suelen llevar más cantidad de aditivos y grasas.
Hacer 5 comidas al día.
De esta manera mantendremos unos niveles de glucemia e insulina más estables y llegaremos a las comidas principales con menos hambre.
Combinar la dieta con la práctica regular de ejercicio.
Quemaremos más calorías, tonificaremos nuestra musculatura, y nos sentiremos mejor (al practicar ejercicio nuestro organismo libera endorfinas, unas sustancia que nos proporcionan bienestar).
Comer despacio, masticando bien los alimentos.
Así nos saciaremos antes con menos cantidad de alimento. También nos ayudará a hacer bien la digestión.
Toma de 4 a 5 raciones de fruta y verdura al día.
Te asegurará un aporte de fibra suficiente para mejorar tu tránsito intestinal, te hidratará y te aportará la cantidad de vitaminas y minerales que tu organismo necesita.
No sigas dietas milagro.
Todas carecen de algún grupo de alimentos o de algunos nutrientes que tu organismo necesita.
Hidrátate bien.
De litro y medio a dos litros y medio de agua, según tu peso y tu nivel de actividad física.
No te saltes comidas.
Eso hará que en la siguiente toma tengas más hambre o que piques entre horas.
Si tienes alguna enfermedad importante sigue siempre los consejos de tu médico.
Autor: Dr. Carlos Cardona Herrero